Mientras la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) mantiene bloqueos y exige condiciones mínimas de justicia laboral, el gobernador guarda silencio. La omisión ya no es una estrategia política: es complicidad pasiva. Las problemáticas no se desvanecen con indiferencia, solo se pudren más profundamente.
En regiones como Tierra Caliente, donde la violencia no cesa y el crimen ha sustituido al Estado, la realidad se impone con sangre. Ayer mismo, ocho elementos de las fuerzas especiales perdieron la vida tras pisar una mina en Los Reyes. No murieron en una guerra declarada. Murieron en una guerra ignorada.
El gobernador ha preferido mirar hacia otro lado. Pero ya no podrá hacerlo desde la misma altura. Ahora que ha subido —literal o simbólicamente— a los cielos, quizás desde el teleférico vea por fin el tamaño de la tragedia que ha evitado mirar desde tierra.
Desde arriba se ven los caminos rotos, los pueblos en silencio, los campos vacíos, y las armas que mandan más que las leyes.
Desde los cielos, no hay excusas: la realidad no se puede esquivar para siempre.