Ópticas Constructivas
Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Una vez más la naturaleza se manifestó, cuando menos lo esperábamos, con un terrorífico temblor que se expresó con extrema violencia, causando destrucción, perdida de patrimonios y muerte en Birmania.
Nuestra “madre tierra” nos ha recordado su fuerza, vitalidad y presencia evidenciado nuestra fragilidad.
Algunos aquí, pueden pensar que Tailandia, Birmania o Myanmar se encuentran muy lejos, pero la realidad volvió a recordarnos que México se ubica en una zona sísmica, por lo que siempre existirá el riesgo de su “despertar”
La memoria colectiva de inmediato recordó las tragedias de los sismos de 1985, 2017 y 2021, todos ellos con más de siete grados, con efectos devastadores y nunca olvidados.
Especialistas y profanos se preguntan nuevamente sobre las causas que han provocado el “enojo” de la naturaleza.
Las respuestas han sido muy variadas, pero en todas se reconoce el constante daño causado al planeta y que ha tenido como sutil respuesta el anunciado cambio climático, el cual dejo de ser amenaza para convertirse en cruda y dolorosa realidad.
La alteración del biorritmo de la tierra causado por la contaminación del aire, agua, paisaje y entorno en general ha prendido los botones de alarma en angustiante llamado para revertir la situación.
Las pruebas nucleares realizadas en otras latitudes han contribuido a lo que hoy padecemos y genera un exigente llamado para que cesen en su totalidad.
La deforestación de nuestros bosques y selvas provocado por la construcción de hoteles y vías férreas, como sucede en el sureste de nuestro país, la industrialización sin control, el derroche de energía, la acumulación de basura, la corrupción que permite la construcción de espacios públicos, escuelas, casas y edificios con materiales de dudosa calidad, el asentamiento de viviendas en los bordes de los ríos, el deficiente mantenimiento a las calles, carreteras y caminos, el discurso por encima de los hechos, la simulación en la aplicación de medidas de prevención de desastres, el rating por encima de la verdad son, todos ellos, ingredientes de la desgracia que diariamente nos acecha.
Muchas voces afirman que todo se debe a una nueva frecuencia energética de la Tierra, otros más señalan que son accidentes aislados, aunque en contraste hay quien comenta que se avecinan sucesos similares o incluso de mayor intensidad, recordando que México forma parte de una zona sísmica de alto impacto.
Hoy este nuevo “saludo” de la naturaleza nos debe motivar para reconocer el tesoro de la vida, olvidar diferencias, valorar amigos, patrimonio y familia.
Es un urgente llamado para que, sin ningún sesgo político partidista, se revisen los protocolos de protección civil, se actualicen los atlas de riesgo, se mantenga e incremente un Fondo Nacional para desastres.
Siempre será mejor prevenir que lamentar, tristemente los latinos esperamos a que sucedan las cosas para quejarnos, buscar culpables o intentar “tapar el sol con un dedo”.
Presumimos con ignorancia y soberbia que a nosotros no nos puede pasar y cuando sucede, recriminamos a otros lo que no hicimos nosotros, lloramos y hasta prometemos que ahora sí actuaremos con responsabilidad y oportunidad.
Como sociedad tenemos mucho trabajo que hacer, debemos abrir nuestra conciencia y responsabilizarnos de nuestro entorno.
Aunque parezca repetitivo, es importante que pongamos atención al cuidado integral de la naturaleza, ¡es nuestra casa!
Es nuestra obligación hacer todo lo que se encuentre a nuestro alcance para que cuando partamos al firmamento, el planeta se encuentre mejor que cuando llegamos a él.
No olvidemos la lección que el planeta nos ha vuelto a dar, de ello depende nuestro presente y futuro.