*
Melchor Ocampo (1814-1861) fue una figura emblemática del liberalismo mexicano del siglo XIX. Quien no solo destacó como político y reformador social, sino también como un ardiente defensor de la educación popular y la ilustración del pueblo mexicano.
En el marco de la conmemoración de su asesinato, acaecido el 3 de junio de 1861, es importante honrar su memoria recordando su visión educativa, profundamente influenciada por las ideas liberales europeas y el positivismo emergente; la cual se manifestó a través de múltiples acciones, escritos y pronunciamientos que marcaron el rumbo de la política educativa nacional durante las décadas centrales del siglo XIX.
Ocampo tuvo acceso a una educación privilegiada y posteriormente formación autodidacta en ciencias naturales, filosofía y lenguas extranjeras. Esta sólida preparación intelectual le permitió comprender la importancia estratégica de la educación para el desarrollo nacional y lo convirtió en uno de los más lúcidos promotores de la educación pública en el México independiente.
Hasta antes de su ejecución, Ocampo siempre reiteró su convicción de que “un pueblo educado jamás podrá ser esclavizado” y pidiendo a las futuras generaciones que continuaran la obra educativa emprendida. Reiteradamente hizo a lo largo de su existencia llamados apasionados a los liberales mexicanos para que no abandonasen la causa de la educación popular. Visto así, quizás su mayor legado no hayan sido sus reformas políticas, sino haber sembrado vehementemente las bases y aspiraciones para contar con un sistema educativo nacional que, en su esperanza, algún día haría de México una nación próspera y libre. Seguimos esperando ese día a la fecha.
Las manifestaciones de Melchor Ocampo en favor de la educación trascienden su época y encuentran eco en las políticas educativas mexicanas posteriores. Su visión integral de la educación como derecho fundamental, su defensa de la laicidad, su preocupación por la educación rural e indígena, y su énfasis en la formación científica y técnica, incidieron cuales pilares fundamentales del sistema educativo mexicano moderno, aún inconcluso.
El pensamiento educativo de Ocampo demuestra la coherencia de un proyecto liberal que veía en la educación popular el instrumento privilegiado para la construcción de una sociedad democrática, próspera y verdaderamente independiente. Su legado perdura como testimonio histórico de que la educación debe ser el gran igualador social y el cimiento sobre el cual se construye una nación libre y soberana.
La influencia de Ocampo se extiende más allá de su tiempo, inspirando reformas educativas posteriores como la creación de la Secretaría de Educación Pública, el establecimiento del laicismo educativo en la Constitución de 1917, y los programas de educación rural del México postrevolucionario. Sus ideas sobre educación científica anticiparon los programas técnicos del siglo XX, mientras que su defensa de la educación femenina precedió los movimientos de igualdad de género en la educación.
A más de siglo y medio de la muerte de Melchor Ocampo, sus ideas y preocupaciones educativas mantienen una vigencia sorprendente, por una mixtura entre lo preclaro, visionario y atemporal de su cosmovisión y la inacción, corrupción, indolencia y abandono de la agenda educativa en la cual se encuentra, resultando en que se ha avanzado realmente poco para todo el tiempo que ha transcurrido.
Hoy, las autoridades educativas de nuestro tiempo pueden encontrar en su legado no solo inspiración histórica, sino también guías concretas para enfrentar los desafíos contemporáneos de la educación mexicana.
Primeramente, es urgente recuperar la visión integral de Ocampo sobre el financiamiento educativo. Su propuesta de destinar recursos específicos y suficientes a la educación debe traducirse hoy en un compromiso presupuestal real que eleve el gasto educativo al menos al 8% del PIB, como recomiendan los organismos internacionales. Las autoridades deben garantizar que estos recursos lleguen efectivamente a las aulas, especialmente a las escuelas rurales e indígenas que Ocampo priorizó.
Paralelamente, la preocupación de Ocampo por la formación docente requiere una respuesta contemporánea urgente. Es necesario revalorar la profesión magisterial mediante mejores salarios, programas de formación continua de excelencia y gratuita, así como condiciones laborales dignas. Las escuelas normales deben ser fortalecidas y modernizadas, incorporando las nuevas tecnologías educativas sin perder de vista la formación humanística que Ocampo consideraba fundamental.
En adición, la defensa que hizo Ocampo de la educación científica y técnica debe inspirar una revolución en los currículos actuales. México necesita más ingenieros, técnicos y científicos para competir en la economía global del conocimiento. Las autoridades deben promover la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) desde la educación básica, pero sin descuidar la formación humanística y cívica que Ocampo consideraba igualmente importante.
También, la visión de Ocampo sobre la educación como derecho universal debe impulsar políticas que garanticen la inclusión educativa real. Esto significa no solo ampliar la cobertura, sino asegurar la calidad y pertinencia de la educación para todos los grupos sociales, especialmente los más vulnerables. Las autoridades deben desarrollar programas específicos para combatir el rezago educativo, el abandono escolar y garantizar que ningún niño o joven mexicano quede excluido del sistema educativo.
Finalmente, el énfasis de Ocampo en la educación cívica cobra especial relevancia en tiempos de crisis democrática global. Las autoridades educativas deben fortalecer la formación ciudadana, promoviendo valores democráticos, respeto a los derechos humanos y cultura de la legalidad. La educación debe formar ciudadanos críticos y participativos, capaces de contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas y que se comprenda a fondo la importancia de la división de poderes, sustrato de la defensa de los derechos humanos.
Las autoridades educativas contemporáneas tienen en Melchor Ocampo no solo un ejemplo histórico, sino un guía para la acción presente. Su visión de la educación como palanca del desarrollo nacional, su compromiso con la justicia social a través de la educación, y su fe inquebrantable en el poder transformador del conocimiento, deben inspirar políticas educativas garantistas, responsables, innovadoras y transformadoras que hagan de la educación la verdadera prioridad nacional que siempre debió ser y aseguren los derechos a estar, aprender y participar de las niñas, niños y jóvenes en la nación.
Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles
Visita nuestro portal electrónico oficial: www.mexicanosprimeromichoacan.org
Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C