Culturalias por Eduardo Aguirre

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No quiero pasar por desapercibido el tema de la figura guadalupana que ha llorado sangre, en fechas recientes, en Morelia, específicamente el 2 de junio.
El caso es que he leído y escuchado diversas discusiones y planteamientos, pero con sorpresa veo que analistas en teología y clérigos no han definido una explicación clara sobre la manifestación. De hecho, escuchar de personalidades doctas en la materia, decir que pudiera tratarse de satanismo, es desconocer sin propósito el historial de imágenes católicas que han llorado sangre en el mundo en regiones conflictivas.
En una era dotada de poderosas inclinaciones a lo maligno y desvaloración de la vida, un acontecimiento como el presente, que resulta un fraude para los escépticos, tiene un lado de fe que es imposible de razonar ante la incredulidad de mucha gente. Lo curioso es que puede ser más creíble para quienes no han visto la imagen en la modesta Colonia Obrera de Morelia, que la duda general.
Desde los fenómenos de Fátima, Lourdes, Czestochowa, incluído el Tepeyac, las apariciones y manifestaciones han sucedido en momentos previos a grandes cismas, cambios históricos en la cimentación de la fe, o de naciones, o bien auguran cataclismos bélicos.
Una parte preocupante de lo sucedido con la imagen de la Guadalupana en Morelia, es que da una idea del sentir de las personas, que más allá del sensacionalismo, milagro, devoción, llámese como se quiera, existe un embrión subconsciente de fondo pavoroso. Al revelar que nos hemos vuelto fríos ante la magnitud de la violencia y desprecio al semejante, pero voraces en criticar una imagen divina que llora sangre. Un sencillo hecho que cimbra la dura piel de cocodrilo de nuestro tiempo.
Para entenderlo en términos de teología es necesario haber leído, si no varios libros, por lo menos a San Agustín o al moderno jesuita francés Teilhard de Chardin; de éste último, un libro que recopila sus teorías: “Ciencia y Fe”. O bien, a la docta de la Iglesia y Santa, Teresa de Jesús. Por esa misma cuestión es que, oyendo las opiniones de los teólogos al respecto de lo que pasa, me quedo sorprendido de sus pocas lecturas. O difusa interpretación.
Hay quienes han dado un matiz político al asunto, lo cual me parece francamente deleznable y oportunista, no creo que tenga nada que ver con aconteceres políticos ni electorales. Es algo de mucha mayor profundidad de lo que parece. Y, si me permite ahondar más, con una premonición de la otredad.
Primeramente analizar qué sentido tiene un “fenómeno” así, en una casa familiar de origen comerciante, en una colonia de trabajadores, alejada de toda cosa espectacular, y no estoy afirmando que aquí exista necesariamente un “milagro”. Solamente una revelación, porque como sea, causada, o, no, es algo revelado. No hay palabras, ni signos, ni plegarias en la imagen de yeso, es solo un líquido rojizo emanando de sus ojos. Nada más. La interpretación ya es de nosotros.
Para la congregación de la fe, no hay restricciones al alma, siguiendo la máxima de la Escritura que dice: “Dichosos los que creen sin haber visto”, pero no es tanto un problema eclesiástico sino liturgico para la Iglesia, en los tiempos de las señales antes del fin de los tiempos. Estamos entrando al Apocalipsis pero aún no vemos la presencia del creador en una simple florecita del campo, en donde, según Santa Teresa, toda la grandeza de Dios estaba allí mismo; hay destrucción en este momento por todas partes, y más lejos aún que las buenas voluntades de los gobiernos para enfrentar el caos del presente, está esa batalla escatológica que ya rebasa los límites terrenales, es el momento que ya se asoma en los rostros innombrables de las adicciones y nos azora la caverna de esas expresiones de no sé dónde, que cuando sucede una catástrofe, rebasadas en potencial humano, las agencias burocráticas investigadoras, solo atinan a decir que se inició la “Carpeta de Investigación”.
Nadie entiende nada.
Y miren hasta dónde me llevó a reflexionar el que una Virgen Guadalupana llore sangre en la colonia Obrera de nuestra ciudad.
Y ya no digo más porque no soy profeta, ojalá lo fuera para saber cuándo jijos me saco la lotería.
Gracias por sus lecturas a la columna Culturalías y a la Revista Rosalva, aquí seguimos agradeciendo a sus finas atenciones, dilect@ lector(a)

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