Ópticas Constructivas
Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Hace unos días tuve la enriquecedora experiencia de viajar a otras latitudes, disfrutando con ello de diferentes aromas, paisajes, sonidos, sabores y personas.
Con prisa aborde un repleto avión con destino a Tijuana, Baja California, al llegar al destino, un clima frío y una tenue lluvia nos dio la bienvenida.
Con cierta ansiedad, me dirige al “Cruise border”, para de manera ágil y sencilla “atravesar” la frontera, no sin antes realizar la inevitable entrevista con el funcionario de migración norteamericano, a quien le llamo la atención que mi destino final fuera Yakima, Washington.
Me interrogo sobre motivo, tiempo de estancia, actividades a realizar, si tenía familiares residentes en la Unión Americana, la dirección de mi hospedaje y los recursos a mi alcance para costear lo necesario durante mi permanencia en los Estados Unidos.
Mostré los documentos de identidad, los pases de abordar y de retorno, le hice saber que mi viaje obedecía a la invitación generada por el Comité de Ciudades Hermanas Yakima – Morelia para participar en el programa de actividades organizadas para festejar el vigésimo sexto aniversario del hermanamiento entre nuestras ciudades.
Por unos instantes, el funcionario permaneció callado para posteriormente decirme que era una buena noticia el saber que el programa “gente a gente” se mantenía vivo y vigente, justo cuando México y Estados Unidos requieren trabajar juntos en beneficio de ambas sociedades.
No dejo de llamarme la atención el comentario, agradecí y avance caminando rumbo a San Diego, California USA, sitio que me esperaba con un sol radiante para darme la bienvenida a mi travesía y estancia por aquellas latitudes.
De inmediato, vinieron a mi mente el recuerdo de múltiples estancias en esta ciudad californiana, inicialmente para imbuirme en los pormenores del Festival de Cine Latino, que posteriormente lleve a Morelia, como Secretario de Difusión Cultural a la Universidad Michoacana, las memorables funciones de Ópera, la infaltable visita al Zoológico y Mundo Marino, mi encuentro con artistas locales y extranjeros que añoraban de un pretexto para visitar la ciudad de Morelia, sin faltar un riquísimo y reiterado recorrido por museos, porta aviones y embarcaciones para el avistamiento de ballenas y delfines.
Camine por su centro histórico para disfrutar de un reconfortante desayuno para posteriormente deambular por más de 16 kilómetros hasta llegar a su aeropuerto para continuar con mi viaje.
Sin contratiempo, aborde el vuelo con destino a Seattle, Washington y supuse que no tendría ningún contratiempo para hacer conexión con la aerolínea que me trasladaría a Yakima.
Todo marchaba bien, el aterrizaje fue perfecto, pero “había” que ponerle adrenalina al momento y el capitán del avión anunció que estaba saturado el aeropuerto por lo que habría que esperar unos minutos para que pudiéramos desembarcar. El tiempo para realizar la conexión era de 45 minutos, todo podía pasar.
En lo que a mi me parecieron “siglos” transcurrieron treinta minutos sin que el avión se moviera, una vez que lo hizo y que abrieron la puerta para bajar de él, los pasajeros a bordo se pusieron en pie buscando salir antes que los demás, esto provoco que tardará 15 minutos en bajar de la aeronave.
Con desesperación corrí hacia una pantalla para ubicar la sala de embarque del vuelo a Yakima, contaba con solo 5 minutos para llegar ahí.
Con el corazón acelerado atravesé el aeropuerto, me subí a un pequeño tren para trasladarme a la estación correspondiente y casi sin aliento llegué a una sala vacía en la que un representante de la aerolínea me informaba que el vuelo estaba cerrado.
Observo mi desesperación e impotencia y en un acto de benevolencia me indico que haría una excepción y me permitiría abordar el vuelo, lo cual hice, al atravesar la aeronave para ocupar
mi asiento, sentí la mirada impaciente de la tripulación y el resto de pasajeros.
En menos de una hora de vuelo llegué finalmente a Yakima, ahí me esperaban mis amigos Noé y Margarita, me dieron un abrazo y me pusieron al tanto de la agenda a desarrollar durante los siguientes seis días.
Me instalaron en el hotel e hicimos compromiso para desayunar juntos al día siguiente.
Fieles a su costumbre, Noé y Margarita llegaron a la cita con escrupulosa puntualidad, los acompañaba Phil, juez y representante de la Nación Yakama, a quien hacia algunos años que no saludaba.
Más tarde iniciamos la atención a una rica y versátil agenda que me llevó por Universidades y la Clínica de Campesinos, un recorrido por la fábrica de chocolate y el exitoso complejo vitivinícola de Martínez & Martínez, la ciudades de Sunnyside y la de “los murales” en Toppenish, la Nación Yakama, la Escuela Primaria “Garfield”, un Centro de Diversiones con “Golfito” y Go – kart, la biblioteca de Yakima, sin falta pasar a visitar al Busto de Morelos, para tomarnos la tradicional fotografía que da testimonio a mi presencia por aquel estimado espacio norteamericano.
A todo ello, habré de agregar una deliciosa agenda gastronómica que incluyo una cata de mezcal michoacano, comida hindú, japonesa, mexicana, italiana y por supuesto las tradicionales hamburguesas de la localidad.
Mención especial merece la “Noche de Agave” en donde el Comité de Ciudades Hermanas se esforzó por ofrecer a los comensales una degustación de tequila y mezcal, además de una rica variedad de platillos.
Ahí tuve la oportunidad, de saludar a viejos y nuevos amigos que participan en el Comité, de establecer comunicación con autoridades del Consulado de México en Seattle, WA, liderada por el Cónsul Héctor Iván Godoy acompañado de Karla Nahmmcher y Lorena Toyos.
Juntos proyectamos la realización de actividades artísticas, culturales, empresariales y asistenciales, en Yakima y Morelia
dando total solvencia a lo que origino y ha dado vigencia a nuestro hermanamiento.
Al día siguiente, aborde los diferentes vuelos que me regresaron a Morelia con el corazón agradecido por tantas atenciones e incontables muestras de amistad, así como con la seguridad de que el programa se encuentra vivo y revitalizado.
Desde el fondo del corazón y la luz de la inteligencia agradezco al Creador la apreciada compañía, en este venturoso viaje, de mis hijos Ariadna y Rogelio, así como de mi nieto Patricio.
Dedico estas líneas a mis “hermanos” Noé y Margarita, quienes no escatimaron tiempo, intención, atención, recursos y amistad para siempre atendernos bien y de buenas; a mis amigos del Comité en Yakima: Luis Moreno y esposa, Steve, Phil, Tory, Clara, Mr. Rogers, Charlie Robin, Kara, Chuck y a los esposos Rosales quienes siempre nos hicieron sentir en casa.
Sin olvidar al versátil y diligente Luis Navarro, quien siempre tiene tema que abordar y compartir.